¡Oh!, vulnerable y venerada. ¡Oh!, miserable y acalorada. Sólo cuando albergo dudas reticentes es cuando mi mente me evoca a ti. ¡Qué traidora!, ¡qué frívola!, mas con cuán ardor patenta mi reflejo. Cada día ensordezco con atronadores pensamientos, con locuras irremediables que pasan por ese caos y maraña que tengo y poseo con altivez. Entré, salí, pero volví.

Algún día lo aposté todo y perdí. Perdí. Nunca gané. Otras veces acometieron latrocinio sobre mí, no material, sí espiritual, quizá sin querer, o queriendo. Hoy estoy tan lejos que creo poder escalar una curva como la de Viviani. No creo que sea lícito ser tan hipócrita como la gente con la que topo.

Trastabillo porque voy oteando un cielo lejano queriendo hacer preguntas por allá y buscando respuestas acullá. Encuentro mayor placer en un despejado paisaje azul que en una infectada acera. Solía considerar la evasión como estados perfectos y extáticos, ahora domeño mi consciencia para tener discernimiento absoluto y total. Atisbo un verde prado debajo de un cielo gris junto a unos ojos marrones. Él camina con ello, con su baúl de los recuerdos, de donde empezar a sacar y sacar exultantes pestes pasadas; algunos recuerdos lascivos y libidinosos, otros simplemente olvidados.

Belleza en una rutina, presente para estar abierta la posibilidad de evadirse de ella cuando sea menester. Permanecer postrado en un axioma produce efectos no alentadores, deja a uno exangüe, sin vida, queriendo emular una organizada y legítima, resultando monotonía y liviandad.

Mi mente acomete sobre el caos y se apropia de él, una turbamulta de un gúgol de semejantes a mí, pero discrepantes entre ellos, se hacina en ella. He creído en el cielo y en el infierno. He llorado por ir algún día al erebo y, otros, por ir al empíreo. He sentido la lluvia en la cara y las gotas se han mimetizado con las lágrimas. Perdí la capacidad de discernir sobre lo que es lícito y lo que es heterodoxo. Albergué esperanzas de encontrar un cambio, sin embargo, me estampé contra obviedad y banalidad, contra evidencia y simpleza.

Consideran sus comentarios sobre el orbe como signo laudable, extraordinariamente destacable, y con ello consiguen convencer e intercambiar parecidos con cientos de semejantes. Con distinción de usía quieren ser tratados. Horror me producen, también ahíto. ¿Discurren sus acciones y comentarios antes de proceder a ejecutarlos? Lo peor de ello es que sí. Y es cuando mi elenco de la planta superior enloquece, se hace preguntas buscando una respuesta en las suyas, pero claro es que carentes de sentido son. Calificables como una ignominia al sentido común.

Y pudo hablar sin tapujos, sin reparos, pudo decir lo que sentía, aunque no del todo. Ahora siento que camino con quien barre mis pisadas a su paso, mas aprecian que las comparta con ellos.

Como vengo evidenciando en estos párrafos, la fuerza psicológica es muy potente en nuestras acciones, nos hace tropezar y levantarnos, tener coraje y cobardía en la misma línea. La pusilanimidad nos acompañará cada día, aunque sagaces y perspicaces queramos ocultarlo. En ocasiones somatizaremos, mas calma y astucia harán posible arremeter contra ello.

Agárrate fuerte a un mainel y asciende, escalón a escalón, hacia la cima de tu vida.

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