Hay momentos en los que piensas que todo llega, todo el mundo recibe con una clara notoriedad lo que ha expendido. Se acordarán de los vagos ratos en los que se separarán los esquemas y verán de manifiesto el error y la confusión. Después de convidarte a avenencia no estaría de más el receso de egoísmo.
Tu memoria te evocará a mí cuando ya nadie te hospede, cuando te cerciores de que a pesar de todo y el momento, yo estaba supeditándote para que no encarnecieras el fracaso, pero entonces, y sólo entonces, será excesivamente pospuesto.
Todo el mundo se considera generoso y amistoso, porque los espejos sólo reflejan la cara exterior pulida y cromada, que asemeja a algo bueno, que te engaña y embelesa, sin embargo, más tarde, y ojalá hubiera sido un lustro hace, te das cuenta de que es mentira no piadosa. Es engaño tortuoso y antes pretende recibir a dar, manipular y acatar. Pero joder, todo cansa, nadie es lo suficientemente tonto para seguir aguantando y soportando lo mismo demasiado tiempo, considero yo.
No arde, aunque sientes que al crepitar le queda poco. En ese momento te darás cierta cuenta de que ya no me estacionaré a esperar tu indulto, hacer y deshacer a tu antojo, cansado de tanto remojo. El trato con alevosía y manifiesto de una escala en un tono mayor hace que deba disociarme para no tener que vituperarte. El Everest de las concurrencias sería sesgar la ocasión, pero haremos por una consiguiente vez más una exclusión al asentamiento. Tanta bondad que inunda mi sinceridad me abruma, aunque me esclarece los estribos perturbables.
Cada vez que el sol se pone intento lidiar con las ocurrencias de mis viles pensamientos e intentar diligenciar con tus tratos de poco aprecio y con el ávido deseo de querer poseer una pequeña fragancia que rezuma sensualidad y que esta cargada de la fruta de la pasión, puesto que excita a cualquiera y con ello casi te obliga a sucumbir en sus partes opuestas al ángulo alfa.
Así es que no tribularía más a instigarte a poder desembarazarme de mis artimañas que tanto hacen que no pueda inmiscuirme con mayor grado de lo que en pureza me agradaría. Y con menos floritura de la que podría poner alegaré que antes de mí no existía más creación que las cosas eternas, y también yo soy eterno. Abandonad toda esperanza los que entráis.