Locuras con inquina.

Locuras con inquina.

​Supercherías que tangencialmente buscan una víctima con la que cebarse y fatalizar su existencia sistemáticamente. Mas todo esto se puede solventar sencillamente con divagaciones y elucubraciones, aunque insistentemente para dicha cuestión se necesita una inspiración, un modelo de referencia, pero de sexo contrario, una musa procedente del mismísimo seno de los divinos dioses, como los mismos  propios correspondientes. 

Deseo experimentar el movimiento de tu perfecto, puro y pulcro talle, pero desgraciadamente el movimiento no existe, es sólo una mera ilusión, puesto que nada puede recorrer infinitos espacios en un tiempo limitado, y tu figura es tan inmensamente espectacular como una de las siete maravillas del orbe, no más tú podrías considerarte la primera del cosmos. No acostumbro a vagabundear mis pensamientos sobre alguien de una forma necia, por lo expuesto, toma dicho, como una forma ardua.

Todo lo que maravillosamente posees que hace que me extasíe es puro y blanco azar, lotería beatífica y no libidinosa, y si por un debido error poco casual este bingo ha querido que no sea un error relativo, sino absoluto, para que de expresa forma nos hablemos en el vacío inexistente y nuestras miradas y mensajes se crucen, metaforizando así una soldadura en proceso. El problema a todo esto es que no soporto ni apelo la refutación, tu negativa sería una contradicción del sí en sí mismo, conque mejor dejo mi hueco libre de la petamétrica cola de procos.  

No deberías cuestionar nunca una teoría propia, un axioma que es evidente e irrefutable, y siempre es certero, por lo tanto, que no hace falta demostrar, experimentalmente no vas a conseguir contrariarlo. Reitero que de ninguna disposición confíes en nadie. 

Cuéntame un cuento que se pueda compendiar a una única palabra, y que con ello dispongas todo lo que yo puedo deplorar por ti, y que así yo muestre mi viveza con la que codicio, que espero, que no sea menos, que una expresión de reciprocidad directa. Aunque acaeciendo en el balance de que es muy probable que transites por mi crónica como las predilecciones.  

Siempre tiendo a caer en la cuenta de mis instintos, me doy de bruces con una tumescencia de inmunodeficiencia del cerebro reptiliano. Impulsos nerviosos colapsan para acabar acelerando uniformemente hacia la perdición más absoluta. Pero se de buena mano que el cuerpo de una mujer es como un violín, y hay que ser muy buen músico para arrancarle las mejores notas.